miércoles, 21 de agosto de 2013

Perder la reputación.

Hay veces en las que me controlo al escribir, imagino que será porque hay algo en mi que hace que piense que conservar la poca buena reputación que me queda me va a servir de algo.
De algún modo soy una Rajoy, haciendo lo justo para que al menos en el comienzo de mi biografía no venga incluida por defecto la poca sensatez.

No os asustéis, lo mío no es de delito. Los únicos sobres que me dan son los que contienen la factura del móvil y aun no he caído en la tentación de perder la dignidad usando el micrófono de whastapp.

He de reconocer que la literatura refinada no me va mucho. Encuentro más interesante esa literatura ácida y desvergonzada que muestra que la huella del pie es distinta a la que deja la suela del zapato que calzamos.
Hablar de la actualidad política y social se ha convertido en  un suplicio. No es que Rajoy y compañía sean grandes fuentes de inspiración, y no soy comentarista de reallity shows, que al fin y al cabo es en lo que se ha convertido la política de este país.

Me pregunto si seré de esas personas cuya mejor prenda es la mala reputación.
¿Estará ya colgada en mi armario o me la pondré con el tiempo?

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